La gente se queja mucho ultimamente. Quieren trabajos mejores, conyuges más guapos y pechos más grandes. Piensan que el futuro les depara otra cosa, algo maravilloso y sofisticado pero que no llega nunca.
Me gusta recordar los años fáciles, cuando todos teníamos claro donde se estaba mejor: en la casa del tejado rojo y el humito en la chimenea.
Bendita ignorancia tan vacía de paro.
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